El turismo de lujo viaja a velocidad de vértigo. No admite excusas, busca lo mejor y más exclusivo, y se ciñe a la exigencia del cliente, cada vez más preparado pero a la vez, curioso por descubrir nuevas sensaciones. Clientes que se mueven por recomendaciones, por círculos diferentes a los habituales. Y buscan esas experiencias especiales, privadas, más allá de cualquier expectativa.

No aceptamos menos. La perfección como punto de partida, un trato profesional, discreto, confidencial, pero a la vez cercano. El lujo, después de todo, no son solamente los momentos, sino ante todo, las personas que lo hacen posible.

Eduardo Blanco Propietario